El oasis de Hansel y Emely | UNICEF Cuba

2022-12-21 16:55:28 By : Mr. George Zheng

Entrar a la escuela primaria Fernando Chenard Piña, en el municipio La Lisa, en La Habana, es adentrarse en un mundo irreal o paralelo. En medio de un barrio en condiciones constructivas desfavorables, rodeado de calles con baches, con salideros de agua sucia y música a alto volumen, este centro educativo representa el oasis de la comunidad. Más que representarlo, lo es.

La escuela es ese espacio ordenado, bonito, alegre e inclusivo que tanto precisa su entorno. Así lo confirma su directora, Zulema Tamayo Muñoz, quien posee un camino profesional de más de una década en dicho sitio.

Para la directora, y para el resto del claustro, el momento de comunicar a las familias que el o la estudiante posee una discapacidad y que puede elegir entre la enseñanza regular o la especial, es todo un reto.

“Las familias se resisten y mientras viven el duelo por esta noticia se muestran resentidas con la escuela. Sin embargo, en cuanto comienzan a ver los avances de la modalidad de inclusión nos agradecen”, explica Zulema.

Agradecidas se muestran la madre de Hansel y la abuela de Emely. Ellas, a pesar del esfuerzo y el tiempo que demanda que su hijo y nieta (respectivamente) continúen en la enseñanza regular, coinciden en que esta fue la mejor decisión.

Mientras habla se le nota la timidez. No para de mover las manos. Dobla, rasga, vuelve a doblar. Pasa los dedos aplanando el papel como esperando que después de eso la paloma de origami salga volando.

Hansel aprendió a hacer origamis con su profesor Fernando. Él también le enseñó a leer números de más de tres cifras, a calcular operaciones que antes apenas comprendía y a jugar dominó.

“El profesor siempre me ayuda en las clases y me pone actividades divertidas. Algunos cálculos son como un juego de dominó, que me gusta mucho, como el boxeo y el fútbol. A esos deportes siempre juego con mi mejor amigo del aula, Carlitín”, cuenta Hansel y sigue son sus manualidades.

“Hansel antes tenía situaciones de conducta, pero ha mejorado muchísimo. Su mamá está muy satisfecha con sus avances y ya no tiene que insistirle para hacer las tareas en la casa, pues él solo toma la iniciativa. En el grupo lo quieren y se integra muy bien. Estamos muy contentos con la manera en que aprende algo nuevo cada día”, dice Fernando Fernández Balceiro, profesor de cuarto grado que acompaña al niño desde hace tres cursos.

Emely detesta llegar tarde a la escuela. Ama las matemáticas, correr en la Educación Física y estar en el taller de baile. En la casa se pasa el rato escribiendo en una pizarra, haciendo cálculos o conversando con su abuela, con quien vive desde pequeña.

Es callada, pero contesta sin titubear cuando le preguntan, o se para frente al grupo de estudiantes de sexto grado para mostrar cómo se baila el mambo. Quienes la conocen destacan que es respetuosa, tranquila, obediente y muy querida.

Cuando el Centro de Diagnóstico y Orientación del municipio (CDO) determinó que Emely tenía discapacidad intelectual, fue un momento de confusión para su abuela Lucrecia Castro Bango. Hoy cree que el camino de la educación inclusiva que eligió entonces, fue el mejor.

“Aposté por esta escuela porque pensé que la ayudaría más en su aprendizaje, al estar con niños y niñas que ya conocía. Además, siempre he confiado en las maestras de ella.  Hoy creo que ha logrado avanzar y estar en el mismo lugar que su grupo. A ella no hay que mandarla a hacer las tareas, las hace sola y luego ayuda a su prima más pequeña”, cuenta Lucrecia.

Entre los principales avances que destaca de su nieta no solo están los relacionados con el aprendizaje académico, sino su interés por participar en actividades de la vida cotidiana. “Ya sabe hacer algunas cosas en la cocina y ¡hasta le quedan mejor que a mí!”, señala la abuela.

UNICEF Cuba apoya la educación inclusiva en Cuba, desde la generación de capacidades en docentes. En coordinación con el Instituto Central de Ciencias Pedagógicas (ICCP) acompaña la capacitación y sensibilización de más de mil docentes, personal de apoyo a la docencia y actores locales en comunidades con situaciones socialmente complejas. Como parte de las acciones, se dispone de más de diez materiales con pictogramas y lenguaje claro para la enseñanza de niños y niñas con discapacidad intelectual y/o autismo.

Como parte del programa diseñado por el claustro de la escuela para apoyar la inclusión educativa, están las actividades extraescolares y otras de apoyo a la docencia.

“Estas acciones se aplican en dependencia de los ajustes curriculares que lleva cada niño o niña. La idea es que avancen, se motiven y que el grupo los reciba e incluya de manera natural. Por eso no solo diseñamos actividades manuales, danzarias o deportivas; también otras como el trabajo socialmente útil, las tareas del autofocal para detectar el mosquito Aedes Aegyptis y otras que tributen a su independencia en la vida adulta”, refiere Leysi García Sosa, psicopedagoga del centro.

Precisamente esa es una de las funciones de la modalidad de inclusión, preparar a los niños y las niñas con discapacidad intelectual para insertarse en la sociedad, y sensibilizar al resto para convivir, armónicamente, en un mundo diverso y a la vez generoso. Que los oasis se multipliquen.

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